La ciencia oficial, unánimemente, establece que la sangre es un medio vivo que aporta nutrientes a los órganos internos. Al limitarse a lo material, no puede ver en la sangre otra cosa que no sea un fluido vital con funciones nutritivas. Por otro lado, culturas antiguas entendieron que el cuerpo humano está organizado por patrones de energía que sutilmente determinan su funcionamiento. Así, vemos que en la Biblia se utiliza el término nephesh, traducido como ‘suspiro y pulso de vida’. Según los cabalistas, el nephesh habita en un medio vital, descrito como un vapor humeante que reside en las cavidades del corazón, desde donde se distribuye por todo el cuerpo. Si bien la sangre es el vehículo para el movimiento de la fuerza vital (nephesh), a su vez esta es el vehículo para el movimiento de la conciencia.
La física moderna y la mecánica cuántica nos dicen que nuestro cuerpo
físico es una precipitación de un mundo invisible, gobernado por energía y
partículas que lindan en el umbral entre la onda y la materia. La materia es
una condensación de vibraciones sutiles y estas vibraciones son el común
denominador de toda existencia, animada e inanimada. Tenemos dos teorías del
origen de la energía. La primera parte de la premisa de que la materia crea un
campo energético que lo envuelve. Mientras tanto, la segunda nos dice que el
campo energético viene primero y precede a la existencia del cuerpo material.
El doctor Edmond Szekely fue un gran estudioso del crudivorismo de los
esenios. Fue autor de innumerables textos sobre naturismo y traductor
consagrado de textos en arameo. En sus investigaciones estableció la clasificación de cuatro categorías de comidas, para
evaluar el contenido de la fuerza vital del alimento:
1. Biogénica. Compuestos en su mayoría
de germinados, los alimentos biogénicos tienen la máxima capacidad de activar
la energía en el ser humano. Son comidas crudas con alto contenido de enzimas
vivas: vegetales y
frutos crudos y germinados. Estos alimentos ayudan a aumentar los campos de
energía sutil en el organismo. El doctor Szekely predijo que una dieta rica en
superalimentos biogénicos nos ofrece una vida llena de energía, inmunidad
contra diferentes enfermedades y una mente lúcida y productiva. Una dieta cruda
pero sin germinados carece de un ingrediente vital.
2. Bioactiva. En esta categoría están
las frutas, los vegetales y las nueces. Por no estar en su fase germinal, estas
comidas tienen menor contenido de fuerza vital.
3. Bioestática. Se refiere a todas las
comidas que han sido cocinadas y, por lo tanto, desvitalizadas. A corto plazo
esta dieta nos da combustible, pero agota al cuerpo de fuerza vital. No son comidas
necesariamente nocivas, pero están por debajo del pleno potencial que puede
ofrecer un alimento.
4. Bioacídica.
En esta categoría se encuentran los alimentos que destruyen la vida, que
alteran los campos de energía sutil del hombre. Son comidas que han sido
procesadas, irradiadas, con aditivos, preservantes, herbicidas, hormonas,
pasadas por microondas o genéticamente modificadas. Son comidas chatarra,
plásticas, artificiales y de consumo diario: hamburguesas, carnes fritas,
azúcares, gaseosas.
El doctor Edmond Szekely
concluyó que, para una óptima salud, la dieta debe consistir de un 25 por
ciento de comida biogénica, 50 por ciento de comida bioactiva y 25 por ciento
de comida bioestática. El alimento bioácido, por ser tóxico, debe evitarse en
su totalidad.
En nutrición, es
reglamentario evaluar los diferentes nutrientes del alimento, pero, por
desgracia, no siempre su bioelectricidad. Como fuente de combustible, el
alimento no es tan solo calorías, también es energía sutil, bioelectricidad,
electromagnetismo y biofotones.
Por virtud de la
fuerza vital del alimento, se genera la fuerza vital en el organismo. Las
comidas crudas poseen energía sutil, en forma de biomagnetismo y de cargas
eléctricas; ambas son importantes para numerosas funciones del cuerpo. Por
ejemplo, las células rojas de la sangre deben tener una carga eléctrica
negativa de -0,70 milivoltios. Esto hace que entre las células exista una
fuerza de repulsión que impide que estas se aglutinen. Debido a que
predominantemente consumimos alimentos cocinados, las células de la sangre solo
alcanzan una carga eléctrica de -0,2 milivoltios y, al no haber un campo
eléctrico potente con capacidad de repulsión mutua, las células se aglutinan,
en un proceso llamado rouleau, es
decir, ya no tenemos células rojas nadando libremente en el torrente sanguíneo y
más bien estas se desplazan aglomeradas. Se palpa entonces un pulso viscoso
como un río de melaza somnolienta.
Esta aglutinación
de los glóbulos rojos en la sangre hace que la superficie de contacto
disponible para absorber oxígeno sea reducida. Y aunque una persona presente
niveles de hemoglobina aceptables, técnicamente presenta una sangre anémica, ya
que la disponibilidad del oxígeno en su sangre se ve reducida, situación que
puede ocasionar un estado de fatiga crónica. Sumado a esta reducción en la amplitud
respiratoria, se produce letargo y somnolencia, muy frecuentes en la
actualidad. En muchos capilares minúsculos, debido al reducido calibre, los
glóbulos rojos deben ingresar en fila india, pero, al estar conglomerados,
obstruyen las vías de la sangre, ocasionando problemas circulatorios.