El coco ha sido usado en Centroamérica y Polinesia como una excelente nodriza vegetal. Muchas personas tienen prejuicios contra el aceite de coco por ser una grasa saturada, pero la verdad es que este fruto presenta un fino aceite vegetal, que además posee un alto porcentaje de cloro, potasio, magnesio, hierro y azufre.
Una característica particular de la palmera del coco es que se provee de nutrientes del océano profundo, por medio de sus largas raíces. Su grasa saturada y resistente se puede emplear para frituras y repostería, en lugar de la problemática manteca de cerdo usada antiguamente, o la moderna margarina, que es barata pero tóxica.
Se dice que la grasa del coco acrecienta la secreción testicular del esperma. Debido a su sabor fresco, se le considera frío y se puede usar en casos de fiebres. Adicionalmente, es un alimento alcalino y combate los ácidos tóxicos del cuerpo. También su leche es absolutamente libre de gérmenes e infecciones, a diferencia de las leches animales, en las que encontramos presencia de diferentes organismos. El coco provee glucosa, que es necesaria para el cerebro. El cerebro no puede usar grasa o proteína como combustible, tan solo puede quemar glucosa.
La grasa del coco es en el 92,1 por ciento una grasa saturada y, debido a ello, muchas personas mal informadas se resisten a su consumo. Se nos ha enseñando que las grasas saturadas engordan, endurecen las arterias, elevan el colesterol. Con certeza, podemos afirmar que el aceite de coco no produce ninguno de estos efectos adversos. El público medianamente informado, e incluso muchos autores, continúan señalando al coco como una grasa saturada que obstruye las arterias, similar al cebo de res, la manteca de chancho y la mantequilla. Pero la verdad es que el aceite de coco está lejos de presentar estos problemas y, más bien, contribuye positivamente a la salud cardiovascular, combate los radicales libres y baja el colesterol.
Para empezar a conocer al coco, debemos saber que su perfil de grasas es el siguiente:
- 92 por ciento de grasa saturada.
- 6,2 por ciento de grasa monosaturada.
- 1,6 por ciento de grasa poliinsaturada.
Además de clasificar las grasas en saturadas e insaturadas, otra importante categorización se refiere a la longitud de la cadena molecular. Hay tres tipos de grasas:
- Grasas de cadena larga (14-20 carbonos).
- Grasas de cadena media (7-12 carbonos).
- Grasas de cadena corta (4-6 carbonos).
La gran mayoría de grasas en nuestra dieta, ya sean saturadas o insaturadas, de plantas o de animales, son grasas de cadena larga. La soya, el algodón, el maní y el maíz son todas grasas de cadena larga, lo mismo que el pollo, el cerdo, la res y el pescado. Se estima que el 98 por ciento de la ingesta de grasas en nuestra dieta es grasa de cadena larga. Por otro lado, en el coco tenemos las grasas de cadena larga, media y corta, pero las más protagónicas de su perfil de grasas son de cadena media. Es así que en el coco tenemos
- Grasas de cadena corta: 0,5 por ciento.
- Grasas de cadena media: 62 por ciento.
- Grasas de cadena larga: 37,4 por ciento.
El secreto curativo de esta maravillosa fruta consiste en que las grasas de cadena media son las más importantes en el coco. Estas grasas de cadena media se encuentran distribuidas de la siguiente manera:
- Ácido graso caprílico (C8): 7,8 por ciento.
- Ácido graso cáprico (CIO): 6,7 por ciento.
- Ácido graso láurico (C12): 47,5 por ciento.